
Ha tenido que pedir ayuda a los monaguillos para que le lleven la capa al andar. El sinverguenza que vive en la capa dice que nunca ha estado más cómodo y no piensa avandonarla. "Estoy mejor que en casa de mis padres, allí sólo comía carne una vez a la semana y con el arzobispo me estoy poniendo las botas", dice el zagal mientras se rasca el escroto.
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¡Manifiéstese gañan!